Bretaña 2012 Dinan, Cancale, Mont Saint Michel
Día 5, viernes 3 de agosto de 2012
Bajamos a desayunar pronto para aprovechar un día en el que visitaríamos el motivo principal por el que hicimos este viaje, El Mont Saint Michel. Buen desayuno con las olas rompiendo junto a nosotros y las gaviotas asomándose a la puerta del comedor para reclamar su parte.
Nos dirigimos hacia Dinan atravesando la central mareomotriz de La Rance una de las primeras que se construyeron en el mundo.
El día está fresco y amenaza lluvia. Llegamos a Dinan y aparcamos en uno de los parkings junto a la Plaza Duclos. Como es pronto apenas hay coches ni gente y comenzamos a recorrer el pueblo por la Grand Rue.
Llegamos a la altura de la Iglesia de Saint Malo de Dinan y comienza a llover con intensidad corriendo a refugiarnos debajo de unos porches.
Ya nos tocó recorrer el resto del pueblo con lluvia, llegando hasta las murallas y no bajando hasta el puerto por que hasta incluso con los paraguas la lluvia nos podía. Interesante pueblo que vale la pena visitar y que el tiempo no nos permitió disfrutar del todo.
Desde aquí nos dirigimos a Cancale donde a lo que se va es a comer ostras y marisco. Llegamos sobre las 12 y está bastante concurrido. Parking junto al puerto y los restaurantes. Intuimos las bateas donde se crían las ostras por que la marea aun está bajando.
Vemos el mercadillo donde venden las ostras (entre 5 y 7 euros la docena), te las abren, te las ponen en un plato con el limón y te sientas en el muro junto al mar para comértelas. Las conchas las vas echando en un inmenso montón que hay en la arena.
Buscamos un restaurante para comer marisco y nos sentamos en la terraza del A Countre Courant. Miramos la carta y vemos que las “raciones” de mejillones costaban 8,50 y que había un plato de “frutos del mar” por 19 euros que era el más barato. Aplicando la lógica de los precios de España pensamos que estaría bien para un picoteo un par de raciones de mejillones y un poco de marisco.
Comenzamos a mosquearnos al ver que nos sacaban mucha “herramienta” para el poco marisco que pensábamos que habíamos pedido, hasta que llegan con dos ollas llenas de mejillones hasta los topes, acompañadas de dos bandejas de patatas fritas (acompañamiento habitual de la zona) y una bandeja con marisco variado de un tamaño considerable que incluía buey de mar, ostras, almejas, caracoles y varios animalillos marinos más.
No hubo manera de acabar con los mejillones entre los cuatro. La cuenta, incluyendo el vino, 56 euros. Muy recomendable si te gusta el marisco, pero cuidado al pedir con el tamaño de las raciones.
Sin casi podernos mover fuimos a recoger el coche y entonces con la marea baja vimos las bateas en toda su extensión y como entraban en el mar con tractores con remolque para “recoger la cosecha”.
Desde Cancale nos dirigimos dirección Dol-de-Bretagne y Pontorson hacia el Mont Saint Michel.
A medida que te vas acercando la silueta del monte va apareciendo en el horizonte tal y como la había visto tantas veces en fotografías.
Llegamos sobre las 5 de la tarde al nuevo parking que ya no se encuentra junto al monte si no mucho más lejos (http://www.accueilmontsaintmichel.fr/). Aparcamos y caminando por un paseo flanqueado por pequeños árboles a los que todavía les falta mucho para dar sombra, nos encontramos en la explanada junto a la nueva presa del río Couesnon desde donde parten y llegan “Las Navettes” que te acercan al Monte y cuyo precio está incluido en la tarifa del parking. También es posible ir dando un paseo caminando.
Este monumento que es visitado por 2,5 millones de personas al año, habíamos leído en Internet y nos habían recomendado gente que lo había visitado en verano que era recomendable hacerlo a primerísima hora de la mañana debido a que durante el día las estrechas calles están abarrotadas de turistas y la visita es un poco agobiante. Pero también leímos recomendaciones que la visita a última hora de la tarde era mejor puesto que muchas excursiones ya han abandonado el lugar, además que en verano puede entrarse en la abadía hasta las 12 de la noche, y ya que el día de la visita la marea alta de la tarde era a las 20:32 decidimos elegir este horario.
Es conveniente consultar en Internet los horarios de las mareas para hacer coincidir la visita con la subida de la misma.
En los alrededores del Mont Saint Michel se está llevando a cabo una gran actuación de restauración del entorno (http://www.projetmontsaintmichel.fr/) y de eliminación del dique que lo unía a tierra y que a su vez servía de antiguo aparcamiento. La primera fase era el traslado de este y están comenzando la construcción de la pasarela de acceso desde tierra que dará al Monte de nuevo el estatus de isla y por donde accederán los peatones y las “navettes” y cuya finalización está prevista para el 2014.
Debido a las obras la primera imagen al llegar al Monte nos decepcionó un poco. Entramos dentro de las murallas por la puerta de acceso y nos sumergimos en la magia de este lugar. En la zona baja se concentran multitud de comercios, bazares y restaurantes que crean un ambiente excesivamente turístico que personalmente no me gusta, pero a medida que vas subiendo la callejuela empinada empiezan a desaparecer y hay mucha menos gente.
Llegamos a los pies de la Abadía y estuvimos observando la inmensidad de la bahía, intentando ver donde estaba el mar y siguiendo con envidia a los grupos que en excursiones con guía recorren caminando la arena que dos horas después cubriría el mar.
Subimos las empinadas escaleras que llevan a la entrada de la Abadía donde compramos las entradas “nocturnas” y esperamos a que fueran las 19 horas para poder acceder.
La Abadía es increíble. Un portento de la arquitectura y que a medida que recorres cada una de las salas, el claustro, el refectorio, olvidas que estás en el siglo XXI. Cuando llegas a la iglesia y desde allí sales a la terraza simplemente te quedas sin palabras.
Desde esta terraza asistimos a la subida de la marea que es la segunda más grande del mundo y que simplemente es un espectáculo que todo el mundo debería ver. Como avanza el mar, la fuerza con la que entra en el río y como rodea las isla y va cubriendo todo de agua nos tuvo contemplando casi una hora.
A medida que el sol descendía y comenzaba a oscurecer el ambiente en la Abadía se volvió mágico ayudado por los distintos músicos que amenizaban en cada una de las salas tocando el arpa, flautas o instrumentos de viento dentro de la ambientación nocturna.
Ya noche cerrada y sin casi nadie por las calles abandonábamos el Mont Saint Michel con la sensación de tener que regresar de nuevo a este increíble lugar con el que íbamos a soñar esa noche.
Kilómetros recorridos en el día, 197
Comentarios